¡Pronto una gran novedad para el turismo!

ARTE MODERNO

• El único en el país
Museo de Arte Moderno

estrena nuevas obras

Pepe Hidalgo Jiménez
pepehijupi@hotmail.com

Una muñeca de porcelana confeccionada por la reconocida artista peruana Tilsa Tsuchiya obliga a detener el recorrido. “Esta obra es reciente”, pregunto. De inmediato, y haciendo gala de un castellano con timbres americanos, Wihelm Helmbrecht, me responde que es única y que acaba de llegar al Museo hace poco.
Es jueves 21 de junio y restan 15 minutos para que los relojes marquen la 1:00 p.m. A esta hora, y lejos del insoportable bullicio tradicional, recorro junto a Wihelm –Willy para los amigos– las instalaciones del Museo de Arte Moderno, propiedad del artista Gerardo Chávez.
He visitado el Museo en tres oportunidades, incluyendo el recorrido que emprendí luego que el presidente de la República, Alan García Pérez, lo inaugurara. Cada visita tuvo un impacto distinto. En la primera recuerdo que me detuve casi quince minutos a observar La procesión de la papa, un óleo de 12 metros de largo por dos y medio de alto, que al artista Gerardo Chávez exhibe en una de las salas. Vaya obra, y notable el talento para dar vida a cada personaje que alimenta este concepto festivo y por demás popular.
La segunda vez lo recorrí de día. Aquí quedé admirado por la propuesta de Tola, por ese impresionante Macedonio de la Torre y, claro, por esa pintura de Ángel Chávez, hermano de Gerardo, y notable exponente dentro de su categoría. Aquella mañana no tuve guía ni compañía. Y vaya que no lo sentí. Simplemente decidí recorrer y soñar.
La tercera visita fue diferente. No avancé mucho y no es que alguien me lo impidió. Quedé prendado, como un adolescente que se enamora a primera vista, de una pequeña témpera sobre papel folkote del gran Paul Klee. Sí. Desde que comenzó a gustarme la pintura siempre me hablaron de este suizo como un ‘peso pesado’ dentro de su género y ahora, a mis 27 años, tenía al frente una de sus obras.Justificar a ambos lados
No recuerdo cómo logré arrancarme este hipnotismo, pero de lo que sí estoy seguro es que aquella mañana prometí volver, porque todavía no había echado una mirada detenida a las bellezas que el artista chileno Roberto Sebastián Matta, exhibía en este espacio.
Cuarta incursión.
Hoy, y acompañado de Willy Helmbrecht, vuelvo al Museo. Este alemán es amigable y sonríe cada vez que sorteamos una broma sobre tal o cual obra. Willy es el nuevo director del Museo de Arte Moderno y ahora busca involucrarme en una nueva aventura, donde la muñeca de Tilsa Tsuchiya ya comenzó a impactarme.
Algunas obras han cambiado en el Museo; otras han retornado a las manos de sus propietarios. Sin embargo, la salida o ingreso no alteró en nada la inspiración que reina en este majestuoso espacio.
Mientras cumplo mi cuarta incursión, Willy comenta que el espacio tiene como proyecto inmediato organizar una retrospectiva en homenaje a Macedonio de la Torre. La fecha tentativa es 30 de noviembre, pues ese mismo día los altos ejecutivos del Cade, entre los que se encuentra el nieto de Macedonio, Diego de la Torre, sostendrán una reunión en el Museo.
El director alemán me cuenta que otro proyecto es repartir al público un catálogo con la biografía de todos los artistas presentes en este espacio. Esto permitirá que el público de todas las edades conozca algo más sobre Chávez, Tola, Moll, Klee, Giacometti, Kradolfer, Lunven, Revilla, Guayasamín, Acosta, Tamayo, Tovar y otros tantos.
Ya en la tercera sala, el ruido de un canal de agua que cruza el ingreso al museo distrae nuestra atención. Bendito líquido, pues la oportunidad es propicia para echarle un ojo al gigantesco minotauro que esculpió en fibra de vidrio Gerardo Chávez.
Percatado de mi sorpresa, Willi informa que está por construirse el mismo minotauro, pero esta vez en bronce. “Te imaginas. Será toda una novedad”, comenta emocionado el director alemán.
El recorrido llega a su fin. Ahora, reposando en el cafetín del museo, y solo interrumpidos por el ruido que produce el discurrir del agua y el canto de las aves, pienso qué obra marcará el recuerdo de mi cuarta incursión.
De pronto, retorno imaginariamente a cada sala y creo que El Innombrable del chileno Roberto Matta se quedó pegado en mi retina. “Vaya obra”, me contesto. Qué habrá pensado Matta mientras pincelaba este óleo de maquinarias fantasmagóricas y luces resplandecientes.
Inmediatamente me respondo que probablemente todo lo que imagino esta tarde, pero que bien prefiero guardarlo como el recuerdo de mi cuarta incursión.

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