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SANTO DE LOS AGRICULTORES

San Isidro
Una fiesta ancestral

Por: Guido Sánchez Santur

Los diablos cantan y danzan al son de la rítmica melodía interpretada con una simple lata, una
quijada de asno o timbales. Los movimientos y la música son contagiantes, llegan al alma de
propios y extraños. Cada vez que la escucho me viene a la memoria la imagen de este santo en
procesión, en hombros de los feligreses de rostros contritos, ojos lagrimosos y labios masticando
plegarias.
Este ritual es propio de las celebraciones pagano-religiosas que se expresa a plenitud durante los casi dos meses de la festividad en homenaje a San Isidro Labrador, el patrón de los agricultores y que los mocheros veneran con mucha devoción.
Desde un año antes, los altareros y esperadores se preparan para recibir en su casa al Patrón con la mejor fruta dispuesta armoniosamente en el arco ceremonial; además del agasajo a los feligreses con los ahorros hechos desde el año anterior. Esto y mucho más se merece el santo de los agricultores.
En el siglo XVI, cuando Carlos V se empeñaba en extirpar las idolatrías en América Latina, envía a Moche la imagen de San Isidro Labrador, cuyos pobladores no tardaron en aceptarla. No fue difícil para los religiosos españoles porque aquí existía una elevada religiosidad respecto de las
deidades protectoras de las prodigiosas cosechas.
Desde entonces hasta nuestros días, la celebración no ha cejado. Ahí la tenemos con todo su
esplendor, conjugando el mito con el catolicismo como la más pura expresión de la religiosidad
popular.
La celebración de San Isidro Labrador es una fiesta comunitaria, pero sobretodo familiar.
Consolida los lazos de amistad y solidaridad entre vecinos, padres, hermanos hijos y vecinos para recibir la imagen y a sus invitados, como se merecen.
Los mocheros están orgullosos de concelebrar una prolongada fiesta, que finaliza el 15 de mayo con una gran concentración en la iglesia del pueblo, junto a la Plaza de Armas. Metepec, en México, también adora a San Isidro, pero sólo durante 3 días.
En la víspera del día central, la hermandad toma las riendas de la celebración. En las primeras
horas de la mañana adornan el arco de fierro con la mejor fruta (plátanos, uvas, manzanas, limas, mandarinas, papayas, naranjas, melocotones, cocos, sandías, mameyes, piñas, tumbos.). No faltan las botellas de chicha, vino, sangría, champán, cerveza, globos, serpentinas y cadenas de papel, similar a los arcos de los altareros.
El santo es ataviado con sus mejores galas. Un traje con preciosos bordados, su infalible sombrero y bastón de plata reluciente; al hombro su alforja tejida con multicolores hijos; escarapelas y su manto confeccionado por las expertas mocheras.
La banda típica de músicos impone el ambiente de alegría y jolgorio, los diablos danzan hasta el
cansancio; los niños se impacientan atentos a la fruta que pronto regalarán los altareros; los
perros ladran asustados con el estruendo de los cohetes lanzados al aire, anunciando la partida de la imagen. Mientras que la alborotada multitud bebe chicha o cerveza.
La hermandad pretende llevar la imagen lo más temprano posible. "El patrón siempre ha salido de nuestra casa pasadas las cinco de la tarde. Esta es una costumbre que nadie puede variar", dice una devota, quien recuerda que en varias ocasiones la quisieron trasladar una o dos horas antes, pero nunca fue posible. Algo sucedía, a veces se malograba el grupo electrógeno u ocurrían incidentes imprevisibles.
Ya son las 5 de la tarde. El sol deja caer sus rayos mortecinos, proyectando las sombras alargadas de los feligreses. El altar de pino, guayaquil y caña brava -donde permaneció el santo las últimas 24 horas- ha quedado limpio. Las frutas recogidas en sacos y canastos fueron repartidas entre los asistentes.
Grandes y chicos, entre apretujones pugnan por recibir el fruto bendecido. Alargan las manos entre la multitud, como pidiendo la bendición, mientras el dueño de casa distribuye sin distinguir rostros.
Cuando San Isidro parte -precedido del "inter" (réplica que llevan delante los padrinos del
próximo altar) se alza una columna de humo, entre el estruendo de los cohetes que anuncian la
procesión.
Los diabos danzan, rugen y lanzan latigazos. La multitud, contrita, camina al paso que marca el
mayordomo. En el camino alguna gente entrega presentes al santo: fruta fresca de la parcela,
dinero que prenden en su túnica (soles o dólares)...
Nadie duda de los milagros de San Isidro y del castigo a quien blasfema. Cuenta la tradición que
"hubo un agricultor que, bajo los efectos del alcohol, se metió entre la feligresía e insultó a la
imagen. A los pocos días murieron todas sus reses".
La historia registra que, el también patrono de Madrid, su ciudad natal, a fines del siglo XI
-contemporáneo con Rui (Rodrigo) Diaz de Vivar, el Cid Campeador- vivió y cultivó los campos
acompañado de su esposa María Torribia, conocida como Santa María de la Cabeza.
Las áridos campos donde laboró como peón produjeron en abundancia, para admiración de los vecinos. Esas virtudes prolongadas en la celestialidad, invocan los mocheros en cada celebración.
o LA VOLUNTAD DE LA CASA
Una vez que se va el santo, el dueño de casa sirve el potaje obligado de Moche: la sopa teóloga,
cuyos ingredientes principales son el pollo, arroz, ají y azafrán. Este plato se sirve acompañado
de cabrito, pavo, huevos, cebollas y una rosca, con la infalible chicha de jora.
Las familias mocheras heredan la devoción y no escatiman gastos en el recibimiento. Es el esfuerzo de atender a los devotos, padrinos y visitantes. La atención de la casa -en la que colabora la familia entera- implica prepararse con varios meses de anticipación.
El 15 de mayo es la expresión de fervor más esplendorosa y multitudinaria. Los mocheros se vuelcan a la Plaza de Armas para acompañar la procesión. La feria termina y la gente vuelve a sus labores cotidianas, henchida de fervor religioso y satisfecha de haber cumplido con su santo protector.

PARA TENER EN CUENTA
Los altareros son las familias que reciben a la imagen y la tienen en su domicilio durante 24
horas. Los esperadores son aquellas personas por donde pasa la imagen y hace una breve parada para que le rindan pleitesía y luego prosigue su trayecto.

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