¡Pronto una gran novedad para el turismo!

EL ENCANTO DE CARAZ

Caraz, donde es

tan simple ser feliz
• El destino de los callejones y los túneles

Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com



Un resplandeciente cielo azul, moteado con nubes blancas; un abrasador sol y esas amplias casas históricas con techo de tejas hacen de Caraz (capital de la provincia de Huaylas) una ciudad acogedora para cualquier visitante. Ese encanto está impregnado de un magnetismo y misticismo que le imprimen los nevados que a lo lejos parecen vigilantes.
Tan luego uno pisa tierra caracina se le abren múltiples posibilidades para disfrutar de un viaje placentero: atractivos como el complejo arqueológico Chavín de Huántar o los nevados del Huascarán, Huandoy y otros donde nacen los afluentes que alimentan el caudaloso río Santa, cuya agua riega los extensos campos agrícolas de Chavimochic y llega hasta los hogares trujillanos.
Pero hay más, el mismo el paisaje y el clima nos invitan a recorrer palmo a palmo las chacras y huertas, subir y bajar cerros, cruzar quebradas y convivir con los campesinos compartiendo la siembra de menestras, hortalizas y papas o dándoles de comer a las gallinas en las mañanas, y recoger los huevos de sus nidos en las tardes.
Si nos apetece leche fresca, sólo tenemos que acompañar a nuestros anfitriones al ordeño de las vacas. Y claro, si gusta del pan, usted mismo puede ayudar a amasar la harina y cocinarlo en un horno de adobe y leña. La ausencia de la energía eléctrica se suple con la luz romántica de unas velas que alumbran la casa, mientras los vecinos más ancianos nos cuentan sus nostálgicas historias de sus viajes a la costa cuando eran jóvenes, o de los tiempos pasados de Caraz, aquellos que fueron mejores y no volverán.
UN PARAJE DE ENSUEÑO
Sorprendido, sin capacidad de reacción, con la mirada fija en los cerros, pero si ver nada en particular, y aspirando agitadamente ese aire puro como si estuviera a punto de agotarse. Así me sentí, pasmado, tras bajar del automóvil que me trasladó hasta Huaripampa, siguiendo una estrecha, serpenteante y polvorienta carretera, a menos de una hora de Caraz. Aún están grabadas en mi cerebro las imágenes de ese extenso y verdoso valle caracino, que está en una hondonada, flanqueado por las cordilleras Blanca y Negra, entre las que surca el caudaloso río Santa.
Este imponente paisaje resume la riqueza de la madre naturaleza. Y una vez más corroboro que existen circunstancias que las palabras no alcanzan para describirlas, solo hay que vivirlas intensamente y con pasión.
En la mañana me levanto arrullado con el trinar de los pajarillos, de uno en especial -de plumaje azul verdoso y pecho rojizo- que desde el amanecer no cesaba de picotear el vidrio de la ventana, como si quisiera ver quien dormía en la habitación.
Ese ambiente invita a caminar entre los campos, aspirando la fragancia de las plantas, bajo ese sol radiante, mientras los campesinos labran la tierra con sus palas o arados jalados por las yuntas, a quienes al mediodía las esposas les llevan el almuerzo, con sus pequeños a cuestas, jalados de la mano o en la espalda, sostenidos con el rebozo.
Se estima que por aquí pasan alrededor de 10 mil turistas al año, siguiendo la ruta de Cashapampa hacia Llanganuco, bordeando los nevados en un tramo de seis días de tracking. Es que ésta es una de las entradas principales al Parque Nacional del Huascarán, cuya administración está en manos de la comunidad. Sin embargo, pese a su importancia este lugar carece de infraestructura turística y servicios adecuados para los visitantes, por ello pasan de largo y no se siente el impacto económico de su presencia, salvo los porteadores (cargadores) que se ganan algunos soles.
“La alternativa es voltear la mirada hacia el turismo rural, aprovechando la altitud privilegiada (de 2500 a 300 mil metros sobre el nivel del mar) que facilita la visita de personas de la tercera edad y de los jóvenes estudiantes, quienes no solo deben buscar diversión en las discotecas, sino conocer primeramente el modo de vida de la gente de estas comunidades, la importancia de los recursos naturales, principalmente el agua, cuyos nacientes están en los nevados. Esto les ayudará a ser más tolerantes y solidarios”, sostiene Oscar Cicconi, principal impulsor del turismo rural y vivencial en Caraz.
Esta es una apuesta acertada. Nada más recorrer los campos, entre los bosques de largos eucaliptos que se balancean con el viento, o beber la cristalina agua de los manantiales y degustar las exquisitas truchas que se cultivan en los criaderos especiales. Y darse un baño de salud en las aguas termales de Huancarhuaz, ricas en magnesio y litio, otra maravilla para quienes buscan la cura de sus males.
Los jóvenes aventureros tienen lo suyo, pues es posible la práctica del ecoturismo, el turismo de aventura, canotaje, parapente, tracking o rapel, en esa maravillosa y caprichosa geografía que estimula el contacto de la naturaleza con el espíritu humano.
Cicconi nos recuerda que los turistas europeos buscan destinos donde pueden entrar en contacto con las familias de las comunidades, alejados del cemento y de las ciudades ruidosas y atiborradas.


• TÚNELES Y CAÑONES
Para llegar a este destino demoramos de 10 a 12 horas desde Trujillo, cruzando Chimbote y Pativilca hasta los 4.100 metros sobre el nivel del mar (laguna Conacocha), de donde se arriba a Huaraz y de ahí a Caraz. Generalmente este trayecto se recorre en las noches.
La ruta del tren es otra posibilidad, partiendo de Chimbote y pasando por Chuquicara, Huallanca y Caraz. Un recorrido de sólo 165 kilómetros, cuya habilitación depende de la ampliación y asfaltado de un tramo de 95 kilómetros, lo cual permitiría llegar en dos horas y media. Ahora ese recorrido dura alrededor de siete horas, pero sólo ingresan algunas custer y vehículos particulares.
Esta ruta es de ensueño. La misma vía es un atractivo interesante con sus 35 túneles que al cruzarlos parecen toboganes abiertos, desafiando la roca volcánica de los cerros. En cada tramo que avanzamos nos topamos con una nueva sorpresa. A través de las ventanas del vehículo apreciamos ese panorama que parece extraído de una película, ya que en casi todo el recorrido nos acompaña el río Santa, que se abre paso entre el Cañón del Pato (el más importante accidente geográfico del norte con 130 kilómetros de longitud), un capricho de la naturaleza que forma un estrecho de una profundidad superior a los 150 metros.
Como si fuera poco, en Huallanca encontramos la Hidroeléctrica del Cañón del Pato, construida en los años 60, rompiendo la roca a punta de dinamita. Resulta increíble ver como entre los cerros se pierde el desarenador, de donde sale el agua sin materiales corrosivos que puedan dañar esta genial obra de ingeniería concebida por el insigne Santiago Antúnez de Mayolo. En su edificación murieron decenas de obreros, a quienes los ancashinos les rinden homenaje. De ahí salen las redes de alta tensión que traen la energía eléctrica que alumbra los hogares liberteños y del norte. Creo que ésta es la mejor clase práctica de historia y geografía que he recibido.
En mayo del año pasado un grupo de ciclistas caracinos emprendieron una travesía de tres días hasta Trujillo con el ánimo de demostrar la cercanía y la conexión natural entre Caraz y La Libertad, históricamente siempre estuvieron unidos y eso lo comprenden los viajeros que visitan ambas regiones. Son parte de un mismo circuito turístico que los políticos los separaron.
Cuando se haga realidad este proyecto vial, en sólo cuatro horas y media los caracinos estarán en Trujillo, disfrutando de las playas de Huanchaco o las Delicias, disfrutando del sol y de la exquisita gastronomía. En esa tarea está empeñado el alcalde de Huaylas, Fidel Broncano Vásquez, motivado por el reciente acuerdo de los presidentes regionales del norte de incluir a Ancash en el eje turístico Nor Amazónica.
Sin duda, hablamos de una ruta turística aún por descubrir en su verdadera dimensión y que no en la menor oportunidad la debemos recorrer. Es un argumento más que nos ayudará a comprender que el Perú es grande y rico.
ENOMORADA DE CARAZ
Aneta Dutszto de Helfer, es una extrajera que reside en Lima, pero que este verano lo pasó en Huaripampa con su esposo e hija de tres años. Ella está convencida de que este lugar es privilegiado por sus condiciones geográficas, por eso compraron un terreno que en principio era para construir una casa de campo, pero luego decidieron cultivar productos de exportación. “Me gusta este lugar porque mi hija se divierte mucho con los amiguitos que conoció acá. Además, juega libremente con los animales domésticos, con la tierra, las plantas y algunos insectos sin ningún peligro, sin temor a los vehículos como ocurre en Lima. Este escenario le estimula mucho la imaginación y no extraña la televisión. Es un lugar perfecto para la práctica del turismo de naturaleza”, comenta muy emocionada.

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