Selva de Iquitos, un
museo al aire libre
• El intenso calor complementa con la amabilidad de su gente
Por: Guido Sánchez Santur
Un intenso calor, con una temperatura que oscila entre los 30 y los 35 grados centígrados, es la constante que nos acompaña desde que pisamos suelo loretano. El sopor se acrecienta a medida que nos adentramos en el tupido bosque de la selva baja, donde crecen y se conservan miles de especies vegetales que han convertido este espacio en un inimaginable museo al aire libre.
Iquitos, capital de la región Loreto, es una cálida ciudad rodeada de agua. Es una de las puertas de ingreso al enmarañado mundo de la amazonía boscosa. A través de sus puertos fluviales entramos en contacto directo con la naturaleza.
Entre la inmensidad de la selva nos sorprendemos con los famosos albergues o lodges
(establecimientos de hospedaje), instalados a pocos metros de los caudalosos ríos. Hay para todos los gustos y comodidades, desde aquellos provistos de agua fría y caliente, aire acondicionado, piscina y energía eléctrica permanente, inclusive los más rústicos, construidos con materiales (madera) y diseños autóctonos, a la usanza de las comunidades nativas. Estos son preferidos por los extranjeros, quienes disfrutan la quietud de la naturaleza y experimentan aventuras irrepetibles al recorrer los caminos abiertos entre la espesura del bosque.
Alrededor de los albergues donde merodean los animales salvajes (a medio domesticar), pero acostumbrados a sus nuevos vecinos, como el añuje, tapir, guacamayos, monos y una diversidad de aves (pichicos), identificados por sus característicos sonidos.
Las caminatas, a lo largo de los senderos acondicionados para los turistas, nos llevan al
encuentro de los ruidos y sonidos extraños que salen de la selva. El recorrido nocturno es más enigmático: con la luz de la linterna, brillan los ojos de cualquier animal que se esconde entre el follaje o nos sorprende el asustadizo aleteo y el canto de las aves, las luces tilileantes de las luciérnagas, el croar de las ranas y el bullicio de los grillos que se acentúan en el silencio de la noche.
La variedad de las especies es incontable. Cada liana, raíz o tronco de formas caprichosas causa admiración. La obesa Ceiba desliza sus largas raíces a flor de tierra, no profundizan debido a que sus nutrientes están en la superficie del suelo. Es un árbol se mantiene en pie hasta los 200 años y alcanza más de 40 metros de alto.
En esta aventura uno puede toparse con tarántulas, isulas o congas (hormigas, cuya picadura produce un dolor que se prolonga más de doce horas). Lo peor sería la picadura de una jergón, serpiente venenosa que desencadena la muerte dos o tres horas después.
Próximo al río Napo, principal afluente del Amazonas, está el puente colgante más largo de América (500 metros) construido sobre la copa de los árboles (Canopy Walkway), con una altura de 36,8 metros y 14 plataformas (descansos entre los gruesos árboles). El más extenso del mundo bordea los 600 metros y se encuentra en Australia. En Madre de Dios se construyó recientemente otro de similares dimensiones.
Desde arriba se domina esa inmensidad verde. Es la única forma en que uno se impone a la ruda selva y deja ser un insignificante ser. Este paraje facilita la observación de aves y monos, además de algunos reptiles que, saltando y jugando, trepan a los altísimos troncos.
La pesca de pirañas es una actividad que practican los turistas en los ríos tributarios del Amazonas, especialmente el Yanayacu (de aguas negras, color que adquieren por las sustancias que emanan algunas plantas). En las cochas (lagunas) encontramos la misteriosa Víctoria Regia, vegetal acuático que tiene la hoja más grande del mundo, cuya flor solo vive 48 horas.
Este destino selvático es preferido por los europeos, canadienses, estadounidenses, ingleses,
inclusive chilenos. En su mayoría son jubilados que vienen a descansar; aunque también hay numerosos investigadores especializados en flora y fauna. El paraíso verde abre sus puertas a todos.
Si usted viaja a la selva, debe estar seguro que nos e arrepentirá, pues la magia, pues la magia, la exhuberancia del bosque y la calidez de la gente lo embrujarán para siempre. Y volverá.
Las exóticas comidas y bebidas de la selva
La gastronomía loretana, como la de toda la selva es muy exquisita y variada. Es preparada a base de “carnes del monte” (animales salvajes) y peces de agua dulce. En las cartas de los menús encontramos anticucho de pez Dorado, chicharrón de lagarto, tortuga al curri, estofado de venado, majaz al ajo, picadillo de sajino, anticuchos de suri (gusano). Además de la sabrosa ensalada de chonta y el refresco de cocona.
No pasan desapercibidos los afamados brebajes, a los que se les atribuye propiedades medicinales, pero tienen especial acogida los afrodisíacos. Se trata de concentrados y macerados de raíces, cortezas y semillas de exóticas plantas, entre ellos tenemos: las siete raíces, 21 raíces, cascarilla, para para.
Otras bebidas son el masato es una bebida obtenida en base a la yuca cocida, machacada y
fermentada), aguajina (con fruta de aguaje), chapo (con plátano maduro), shibe (yuca fermentada y tostada), huitochado (con la fruta huito, azúcar y aguardiente), huarapo (jugo de caña fermentado).
Estos productos son ofertados a cuanta persona se aproxima al mercado Belén de Iquitos, que tiene una sección especializada en la venta de estos menjunjes. También los hallamos en las mismas comunidades nativas, donde están los “maestros” (curanderos o shamanes) , herederos los ancestrales conocimientos de la medicina tradicional y que, en muchos casos, son las únicas personas que tratan las enfermedades que atacan a las personas que residen en los alejados poblados, quienes no tienen acceso a la medicina tradicional, no solo por la lejanía sino por la carencia de recursos económicos.
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