Caminando por Jagüey y
Laquipampa Pura naturaleza
Hernán Flores Rodríguez
hernanfloresr@yahoo.es
Son las 6:00 de la mañana, leo el itinerario, y el reto es llegar a la reserva de Laquipampa, a 75 kilómetros de Chiclayo. Una hora después un equipo de periodistas de Lima, Lambayeque y Trujillo levantamos mochilas y partimos; en el trayecto le dimos un vistazo a la antigua casa hacienda de Juan Aurich Pastor, dueño de la azucarera Pucalá. Sus instalaciones se parecen a las de Casa Grande, claro que en menor dimensión. Al vuelo, sus ocupantes nos cuentan algo de historia y seguimos el viaje. El chofer del bus, para alegrar a sus ocasionales ocupantes, pone una secuencia de salsas “colochas” como decía un amigo de radio, queriendo decir que eran antiguas, pero buenazas y bailables.
Así, el carro abre paso entre cañaverales, chacras de maíz, ají, yuca y otros cultivos que no logro identificar. A las 9:46 llegamos a la ex hacienda Mayascón – Batán Grande, caserío de Pítipo, provincia de Ferreñafe, otrora productora de chocolate de reconocida calidad en el país.
Los antiguos pobladores aún guardan gratos recuerdos de la próspera hacienda que producía 80 quintales de cacao, que eran trasformados en exquisitos manjares. Ellos aún conservan parte de la infraestructura de la fábrica y su antigua iglesia, mudos testigos de la prosperidad de esta zona.
Aquí la comitiva se detiene para el aprovisionamiento de agua, algunos periodistas aprovechan para colocarse bloqueadoros de rayos solares. Nos indican que haremos una primera caminata –antes de ir a nuestro destino- a un lugar paradisíaco.
Susana Menéndez, representantes de Promperú, apura su paso en la calle principal en busca de un guía para la escalada. El sol es radiante y la curiosidad por explorar nuevos horizontes para el turismo nos anima. Todo está listo. Un respiro profundo y a parar en Jagüey; el guía es -nada menos que- Ramón Carrillo de los Santos, agente municipal del caserío.
Luego de recorrer un camino sinuoso durante 30 minutos ingresamos a las pozas de agua cristalina de Jagüey. La frescura de la naturaleza y la tranquilidad del lugar contrastan con la tecnología de las cámaras de fotografía digital que no dejan un detalle sin registrar. Lo pintoresco del lugar me lleva a concluir que se trata de una buena alternativa para el turismo de naturaleza y el trekking.
A las 11:40 partimos de Mayascón, media hora después cruzábamos el pueblo Mochumí Viejo y a la 1:00 de la tarde observamos los primeros indicios de la reserva Laquipampa, el jardín botánico El Higuerón y un mural pintado por el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena) con detalles de este paisaje.
Sin darnos cuenta habíamos pasado de un distrito a otro, estábamos en Inkahuasi, en la misma provincia de Ferreñafe. Recorrimos media hora más por la ribera del río Inkahuasi, afluente del río La Leche, e ingresamos a la zona urbana de Laquipampa.
Otro guía nos conduce a la reserva que se comprende 11 mil 346 .90 hectáreas. Todos somos concientes que el tiempo no alcanzará para recorrer la enorme reserva.
Esta vez, el guía es Jorge Paico de la Cruz, un guardaparques voluntario. Antes de partir, nos explica las innumerables potencialidades y bondades de la reserva, razón por la cual es visitada por naturalistas nacionales y extranjeros.
Es reconocida como reserva el 5 de octubre de 1982, con el propósito de proteger y recuperar la pava aliblanca (Penélope albipennis), especie oriunda del Perú, que se encuentra en peligro de extinción.
El itinerario implicaba visitar las Cataratas de Lajas, ubicadas a 500 metros de Laquipampa. Durante el desplazamiento pudimos observar el revoleteo de las pavas, ahora mansas y sin el riesgo de ser atrapadas por los cazadores furtivos que guardaron sus armas en el baúl del recuerdo.
Mientras caminamos, Paico de la Cruz nos cuenta que las pavas aliblancas se concentran en determinados lugares como las quebradas Negrahuasi, del Reloj-sector Lajas y del Shembo. También enumera otras especies de fauna nacional que los guardabosques protegen como oro. Entre ellos señala al oso de anteojos u oso andino, el cóndor andino, el buitre real, el sajino, el shihui u oso hormiguero, el loro esmeralda y el loro de cabeza roja. Además, venados, zorrillos y otros.
La flora es variada y destacan las especies del bosque seco como el hualtaco, el guayacán y el palo santo, depredadas en toda la costa norte.
Nos explica que una visita a Laquipampa requiere de dos días para recorrer los sitios validados como turísticos y de investigación: el Cerro Reloj, cuya sombra marca exactamente las 12 del mediodía; la Quebrada Shembo, observatorio de pavas aliblancas y pardas, una variedad de flores silvestres y un paisaje impresionante. También Corral Grande, donde la flora y fauna silvestre convierten en un destino de ensueño a este lugar. Cuando Paico termina su narración, hemos llegado a las cataratas. La configuración geográfica de cada una le imprime características singulares.
Las lluvias en la sierra aumentaron el caudal del río, por ende, las corrientes de agua y caídas son más atractivas para los visitantes. En medio del bullicio del agua, los reporteros gráficos utilizan su ingenio para registrar las mejores fotografías.
Luego retornamos al pueblo, donde una mujer nos aguardaba con un suculento almuerzo: arroz con menestra y una presa de pato. Así terminó este viaje, una gran experiencia, impregnada de gratos recuerdos.
COMO LLEGAR
La reserva de Laquipampa está a 75 kilómetros de Chiclayo. Se debe recorrer la vía asfaltada hasta el pueblo de Batan Grande (aproximadamente hora y media), pasando por el Bosque de Pómac y luego por una carretera afirmada (hora y media más). La reserva se ubica en altitudes que van desde los 400 metros hasta los 2 600.
Para hospedarse, se debe establecer contacto con Lucía Mezones Carmona, quien tiene un pequeño pero acogedor albergue. Su capacidad es de seis personas. El costo no pasa de 30 soles la noche. Los teléfonos son: 074-286880 y 074-824047.
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