“Si al carnaval vienes
mojado te has de ir”
• Una semana intensa de fiesta en la andina ciudad de Cajamarca
Guido Sánchez Santur
guidosanchez@laindustria.com
“Si para el carnaval vienes, algo nuevo has de hallar, fiesta de las más alegres para cantar y bailar”. Aquí todos se mojan, los grandes y los chicos, las solteras y las casadas, no se salvan ni las abuelas que, con sombrero de copa, asoman la mirada desde la terraza o la ventana. El agua cae de todos lados: un globo que cruza lanzado por jóvenes mientras corren o un baldazo arrojado desde una camioneta que lentamente se desplaza.
Durante la celebración del Carnaval de Cajamarca parece que el agua nunca se acaba y da la sensación de que muchos salen de sus casas a propósito para ser mojados. Aunque no faltan los ‘palomillas’ que recogen agua sucia de las acequias o mezclada con residuos de cerveza, que desde las azoteas sueltan a quienes surcan las calles.
Aquí no vale molestarse, pues el que se pica, literalmente, pierde; esa cólera te la quitan a ‘punta de agua’. En este fragor de emociones descubrí que la mejor fórmula de pasar desapercibido es no voltear la mirada cuando te cae un chorro de agua o globazo, eso se diluirá rápido, pero evitarás que te empapen totalmente. Los carnavaleros esperan una reacción, ahí está la emoción, en el correr, en los gritos desesperados y en la respuesta, con agua, por su puesto.
El día del corso -lunes 19 de febrero- uno vibra de emoción mientras observa esas improvisadas tribunas repletas de gente que desde muy temprano espera el paso de las comparsas que desfilarán mostrando lo mejor de sus creaciones.
A las ocho de la mañana, aún desperezándome, dejo mi habitación y salgo a las calles en busca del carnaval. Y lo encuentro casi en la puerta, ahí está, es un sentimiento que se desplaza eufórico. A esa hora, grupos de todas las edades van camino a la Vía de Evitamiento -por donde pasará el pintoresco corso de carros alegóricos adornados con flores y engalanados con reinas de belleza - llevando sillas, baldes llenos de agua y bolsas repletas de globos listos para ser arrojados.
Casi al mediodía se da la partida, entre silbidos, música típica de Cajamarca y las infalibles coplas, que combinan el verso, la jocosidad y la grosería. Esta celebración se remonta a 1930, en circunstancias que el gobierno de Augusto B. Leguía prohibió el juego con agua, introduciéndose el uso de chisguetes de éter ya en desuso, talco perfumado, papel picado y serpentina. Las agrupaciones se desplazan cantando y bailando, sin cesar, a lo largo de seis kilómetros y durante siete horas, ante los interminables aplausos y vivas del público y en medio del agua que no deja de caer, ya sea en globos, desde las azoteas o las ventanas.
En este vendaval de disfraces y máscaras destacan las patrullas y Comparsas en el que desde hace ocho años se impone el barrio el Cumbe, cuyos integrantes se preparan siempre. Esta vez ganaron coplas, comparsas, patrullas; inclusive la deslumbrante reina, Eliana Vásquez Cáceres, es de este sector. “Ahora la competencia no es entre barrios sino todos contra el Cumbemayo. Para nosotros el carnaval es durante los 365 días y ello nos ha permitido instaurar un estilo propio”, comenta orgulloso Jorge Valdivia Montoya, principal impulsor de esta fiesta carnestolenda.
En la noche, distintos grupos con sus guitarras, flautas o tambores, se posesionan en las esquinas de la Plaza de Armas a beber cerveza o trago corto, mientras cantan coplas y huaynos. Aquí, la fiesta realmente es un carnaval.
“Este año hemos tratado de rescatar lo nuestro, en gastronomía con el festival del puchero, las diferentes chichas de jora, maíz y maní; así como la música y las danzas típicas. Eso determino que la concurrencia de visitantes rebase la capacidad hotelera”, sostiene el presidente del Patronato del Carnaval 2007, Alejandro Gálvez Cabrejo.
CELEBRACIÓN ANCESTRAL
mojado te has de ir”
• Una semana intensa de fiesta en la andina ciudad de Cajamarca
Guido Sánchez Santur
guidosanchez@laindustria.com
“Si para el carnaval vienes, algo nuevo has de hallar, fiesta de las más alegres para cantar y bailar”. Aquí todos se mojan, los grandes y los chicos, las solteras y las casadas, no se salvan ni las abuelas que, con sombrero de copa, asoman la mirada desde la terraza o la ventana. El agua cae de todos lados: un globo que cruza lanzado por jóvenes mientras corren o un baldazo arrojado desde una camioneta que lentamente se desplaza.
Durante la celebración del Carnaval de Cajamarca parece que el agua nunca se acaba y da la sensación de que muchos salen de sus casas a propósito para ser mojados. Aunque no faltan los ‘palomillas’ que recogen agua sucia de las acequias o mezclada con residuos de cerveza, que desde las azoteas sueltan a quienes surcan las calles.
Aquí no vale molestarse, pues el que se pica, literalmente, pierde; esa cólera te la quitan a ‘punta de agua’. En este fragor de emociones descubrí que la mejor fórmula de pasar desapercibido es no voltear la mirada cuando te cae un chorro de agua o globazo, eso se diluirá rápido, pero evitarás que te empapen totalmente. Los carnavaleros esperan una reacción, ahí está la emoción, en el correr, en los gritos desesperados y en la respuesta, con agua, por su puesto.
El día del corso -lunes 19 de febrero- uno vibra de emoción mientras observa esas improvisadas tribunas repletas de gente que desde muy temprano espera el paso de las comparsas que desfilarán mostrando lo mejor de sus creaciones.
A las ocho de la mañana, aún desperezándome, dejo mi habitación y salgo a las calles en busca del carnaval. Y lo encuentro casi en la puerta, ahí está, es un sentimiento que se desplaza eufórico. A esa hora, grupos de todas las edades van camino a la Vía de Evitamiento -por donde pasará el pintoresco corso de carros alegóricos adornados con flores y engalanados con reinas de belleza - llevando sillas, baldes llenos de agua y bolsas repletas de globos listos para ser arrojados.
Casi al mediodía se da la partida, entre silbidos, música típica de Cajamarca y las infalibles coplas, que combinan el verso, la jocosidad y la grosería. Esta celebración se remonta a 1930, en circunstancias que el gobierno de Augusto B. Leguía prohibió el juego con agua, introduciéndose el uso de chisguetes de éter ya en desuso, talco perfumado, papel picado y serpentina. Las agrupaciones se desplazan cantando y bailando, sin cesar, a lo largo de seis kilómetros y durante siete horas, ante los interminables aplausos y vivas del público y en medio del agua que no deja de caer, ya sea en globos, desde las azoteas o las ventanas.
En este vendaval de disfraces y máscaras destacan las patrullas y Comparsas en el que desde hace ocho años se impone el barrio el Cumbe, cuyos integrantes se preparan siempre. Esta vez ganaron coplas, comparsas, patrullas; inclusive la deslumbrante reina, Eliana Vásquez Cáceres, es de este sector. “Ahora la competencia no es entre barrios sino todos contra el Cumbemayo. Para nosotros el carnaval es durante los 365 días y ello nos ha permitido instaurar un estilo propio”, comenta orgulloso Jorge Valdivia Montoya, principal impulsor de esta fiesta carnestolenda.
En la noche, distintos grupos con sus guitarras, flautas o tambores, se posesionan en las esquinas de la Plaza de Armas a beber cerveza o trago corto, mientras cantan coplas y huaynos. Aquí, la fiesta realmente es un carnaval.
“Este año hemos tratado de rescatar lo nuestro, en gastronomía con el festival del puchero, las diferentes chichas de jora, maíz y maní; así como la música y las danzas típicas. Eso determino que la concurrencia de visitantes rebase la capacidad hotelera”, sostiene el presidente del Patronato del Carnaval 2007, Alejandro Gálvez Cabrejo.
CELEBRACIÓN ANCESTRAL
Esta es la mejor expresión del mestizaje peruano. El Carnaval de Cajamarca se remonta a las grandes fiestas y jolgorios que celebraban los griegos y romanos desde hace 600 años antes de Cristo, eran fabulosas orgías paganas en las que había licencia para el desorden y el desenfreno moral. Los Romanos rendían honor a Baco, el Dios del vino hijo de Júpiter y Sémeles, y los Griegos a Dionisio
Hay varias teorías que tratan de explicar al carnaval, generalmente se dice que deriva de las palabras carna-vale que significa carne a Dios. Esa expresión parece haber sido destinada a remarcar la excesiva licencia sexual de los días carnavalescos. Las celebraciones del también conocido como carnival, canevale o carnestolendas llegaron a fijarse definitivamente en los días precedentes al miércoles de ceniza, que marca el principio de los ayunos cuaresmales. Conforme al calendario Cristiano, el Carnaval es el domingo de quincuagésima; pero pos costumbre festiva se le agregó el lunes y el miércoles completando así los tres días clásicos de festejos.
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