Playas y turismo
Rompeolas preocupan a moradores de Huanchaco
GUIDO SANCHEZ SANTUR
E-mail: saasagui35@gamil.com
El turismo es una actividad económica generadora de riqueza que, bien distribuida, contribuye a
combatir la pobreza en los pueblos. De esta premisa están tomando conciencia las autoridades y
dirigentes, y ello los conlleva a diseñar acciones encaminadas a impulsar esta industria de
acuerdo a sus posibilidades.
En esa misma dirección, los representantes del gobierno municipal están dispuestos a convertir a su distrito en un destino turístico que se ponga a la par del balneario de Huanchaco. Y para ello
proyectan construir cinco rompeolas con la finalidad de ganarle terreno al mar con la finalidad de
ampliar su playa y ofrecerla a los cientos de veraneantes liberteños y de otras ciudades.
Su objetivo es restituirle a Buenos el atractivo que tuvo en décadas pasadas gracias a sus
reconocidos restaurantes que ofertaban los más exquisitos potajes en base a pescado y mariscos. El propósito es válido, pero tan luego se enteraron de esa iniciativa de los huanchaqueros
(autoridades, empresarios turísticos y ciudadanos) se pusieron de pie, ante el fundado temor de
que el impacto negativo de los molones acaben con la playa de ese balneario y, en consecuencia,
con los totorales y los milenarios caballitos que a diario surcan las olas, como lo hicieron en su
tiempos los pescadores de las culturas Chimú y Moche.
Razón no le falta a la gente de Huanchaco, pues se sustentan en la secuela del molón (además su
reciente ampliación) y el muelle construidos en el puerto Salaverry, cuyo fuerte oleaje se
desplazó a Las Delicias, donde arrasó no solo la playa sino también numerosas viviendas de
material noble.
Para defenderse de la fuerza de las aguas marinas, la población de Las Delicias también construyó un molón, a causa del cual se redujo la playa en Buenos Aires y en Huanchaco se llevó algunas pozas artificiales donde se cultiva la totora.
Las autoridades ediles de Víctor Larco, amparadas en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA), tratan de calmar los ánimos; sin embargo, el resumen ejecutivo de ese documento no mencionada para nada los impactos históricos de los molones (arriba mencionados) ni las formas de mitigación de la erosión en la costa norte respecto de Buenos Aires. Ahí radican las dudas.
MAS VALE PREVENIR
En este contexto y para evitar lamentables consecuencias es pertinente acudir a los organismos
especializados en estudios marinos, no solo nacionales sino internacionales, puesto que de por
medio está una población y una tradición con enorme arraigo histórico (etnia o cultura viva).
Además, de diversas especies de flora y fauna marina (cangrejos, lisa, el mococho, totorales).
Peter den Hond, es un holandés radicado en Huanchaco hace dos años y es el más preocupado por ese proyecto. La experiencia de su país le dan autoridad para sustentar sus opiniones, ya desde los años 30 hasta los 50 del siglo pasado construyeron una serie de diques finalidad de ganarle espacio al mar.
Como era de esperarse lograron su objetivo con obras ejecutadas por cada gobierno regional
aisladamente. Hoy la mitad de holandeses vive bajo el nivel del mar. Y a consecuencia de esas
construcciones son frecuentes las inundaciones, lo que obliga al Gobierno, a través de la Agencia
Holandesa de Administración de Aguas, gasta millones de dólares en bombear el agua hacia el mar.
No hay duda que el mar está recuperando su espacio perdido, y Holanda perderá las cuantiosas
inversiones en edificios e industrias levantados en "terreno ajeno".
El sentido común exige una solución integral, ya que el derecho de uno termina donde comienza el del otro. Deben tenerse cuenta todos los puntos de vista, según las especialidades y
ambientalmente disciplinario. Turismo sí, pero que la emoción y el entusiasmo no subyuguen a la
lógica, la técnica ni a las enseñanzas de la historia.
PARA QUE NO SE REPITA
El catedrático amsterdamés, Pier Vellinga, sostiene que una rotura de uno de los diques en Holanda podría causar, en sólo 24 horas, decenas de miles de víctimas.
El experto recuerda el 1 de febrero de 1953, el suroccidente holandés se vio invadido por las
aguas. La inundación causó más de mil 800 víctimas mortales y dejó sin vivienda a decenas de miles de personas. Las posibilidades de que se repita una tragedia similar son reales, y el número de muertos sería mucho mayor.
Vellinga, catedrático en Climatología y Medio Ambiente, de la Universidad Libre de Ámsterdam,
advierte que Holanda Meridional está protegida por solo un dique. Si algo falla, si se comete un
error o la marea es más alta de lo previsto, las aguas invadirán toda la zona inmediatamente.
Después del fatídico año 1953 se fortalecieron los diques, se aumentó su altura y se construyeron ingeniosos sistemas de presas. Sin embargo, el punto de partida era erróneo, pues se asumió que al construir diques de gran fortaleza, se evitaría para siempre una tragedia. Es decir, que se hacía énfasis en el aspecto de la seguridad total y absoluta y, con tal fin, se invirtieron miles de
millones. Nunca se analizó lo que podría suceder si los planes no marchan como previsto.
En la actualidad, un número mucho mayor de personas vive protegido tras los diques, y decenas de miles habitan en pólderes que se encuentran a 6 ó 7 metros por debajo del nivel del mar. Si se compara esta situación con los riesgos que implica vivir en las inmediaciones de un depósito de
fuegos artificiales, de un túnel o del aeropuerto internacional de Schiphol, se puede vivir con
más tranquilidad cerca del depósito que en el pólder holandés.
Según Wim Gosselaar, responsable de los diques, admite que no es posible prever todo, por ejemplo, las consecuencias del aumento del nivel del mar debido al cambio climático. El riesgo de
inundaciones sigue existiendo. La amenaza quedó manifiesta tras las inundaciones de 1993 y 1995.
1 comentarios:
graciiaz x ezte iinforme me zako de una xD!!!
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