Laguna azul
A dos horas de Tarapoto, cruzando el Huallaga, se esconde un paraíso lacustre
Por: Pier Barakat Chávez
El bote motorizado avanzaba a toda marcha en la laguna y millones de gotitas humedecían nuestros rostros. Ángel, el pequeño guía, iba sentado en el borde de la embarcación con la cabeza reclinada hacia atrás y sintiendo el cosquilleo del viento selvático. Todo era verde a los costados. De pronto, comenzó con un relato que fascinó a los casi 20 tripulantes.
La leyenda cuenta que aquí, en la Laguna El Sauce, también conocida como Laguna Azul, vive una sirena. Es bien blanca y tiene los cabellos rubios. Ella protege a todas las mujeres que se bañan, por eso aquí nunca se ha ahogado una mujer?, relató el menor, quien gritaba con las manos alrededor de la boca para que sus palabras no sean opacadas por el ruido del motor.Ángel tiene 13 años pero aparenta menos edad. Es bajito y trigueño, y con sonrisas e historias increíbles supo ganarse el cariño del equipo de periodistas que visitó la Laguna El Sauce, ubicada a dos horas de la ciudad de Tarapoto (San Martín).
Para arribar a este paraíso lacustre de cinco kilómetros de largo por dos de ancho, fue necesario viajar por la carretera marginal de la selva, la cual, a escasos cinco minutos de Tarapoto, pierde el asfalto y da paso a un camino afirmado y polvoriento.
A pesar del calor y los baches, el paisaje previo a la laguna pareciera sacado de una película. Sembríos de café, tabaco, árboles frutales y miles de hectáreas de arrozales generan por momentos la sensación de estar perdidos en Vietnam o en algún punto de la jungla africana.
La imagen se hace más bella cuando el paso del vehículo sobresalta a millones de multicolores mariposas que vuelan fuera de las ventanas con las nubes de fondo, que a veces parecen trozos de algodón arrancados de una bolsa, pero otras, los amenazadores hongos de una bomba atómica. A pesar de estas maravillas, sin lugar a dudas lo más atractivo del viaje llega al momento de cruzar el Huallaga. El camino es cortado por este afluente del Amazonas y es necesario subir, con todo y
combi, en una gigante balsa sujetada a la orilla con cables de acero trenzado. Todos los viajeros descienden de sus vehículos y cruzan parados en la embarcación.
Antes iban dentro de sus carros, pero una vez se volteó la balsa y murieron dos personas. Desde entonces los hacemos bajar?, dijo don Guillermo, con un marcado acento charapo, mientras gobernaba el timón de la balsa.
Ya en la laguna, Ángel fue el primero en trepar al bote. Parecía inquieto por contarnos la historia. Vestía shorts y un polo blanco con mangas amarillas. ?Esta laguna tiene cinco ríos afluentes y sólo un desaguadero. En su parte más profunda, que está allá, en la zona más angosta, tiene 37,5 metros?, dijo el pequeño guía, mientras señalaba la parte más lejana del lugar. Los moradores de El Sauce, pueblo ubicado a las orillas de la laguna, se dedican a la pesca o al
comercio. Algunos son propietarios de rústicos y acogedores restaurantes que ofrecen exquisitos platillos elaborados con tilapia, paiche y paco, entre otros peces extraídos de la mágica albufera, y, por supuesto, bastante plátano. Mientras el bote corta las ondulantes aguas y se adentra en el inmenso estanque, de cuando en cuando se aprecia en las orillas a pescadores a bordo de lanchas de madera, que miran sorprendidos a los foráneos. Una vez el bote donde viajaba se volteó y me hundí casi hasta el fondo. Estuve varios minutos bajo el agua pero increíblemente salí?, recordó Yolanda Rojas, funcionaria de la Dirección de
Turismo de San Martín que participó en la excursión. ¿Seguro fue la sirena?, sospechó Ángel, añadiendo que años atrás unos pescadores oriundos de Lamas capturaron y dieron muerte a la hija de la sirena. ?Por eso, la sirena madre se enojó y cada año ahoga a un hombre en la laguna. Aquí están en peligro los hombres? las mujeres no deben preocuparse?, enfatizó, ante inquietas miradas
masculinas.
Antes de descender en el otro extremo de la laguna, donde existe un asentamiento humano con un muelle que utilizan los viajeros para descansar y refrescarse, la exuberante selva muestra su máximo esplendor atravesada por los ambarinos rayos solares. Es hermoso observar multicolores orquídeas entre los árboles, así como infinidad de especies de aves que se alborotan con el paso de la lancha.
En la orilla contraria se observa los restos de una estación pesquera de investigación donde se criaban tilapias. ?Los terroristas la destruyeron y mataron a varias personas. Ahora sólo quedan los escombros?, añade Yolanda, quien años atrás también participó en los trabajos de la estación.
A pesar de que este flagelo, del cual pocos quieren hablar, es parte de un pasado negro, aún existe en la selva un problema tan mortal como devastador. Se trata de la deforestación, que en Tarapoto y alrededores ya acabó con el 50 por ciento de bosques. Esta situación es causa del descenso paulatino del caudal de los ríos y del nivel de agua en la Laguna El Sauce.
Roosvelt Mego, responsable del centro de descanso Puerto Patos, ubicado en la orilla de la laguna
(es parte de la cadena hotelera Puerto Palmeras), no duda en asegurar que ?la laguna nos va dejando?. Incluso, debido a la erosión de los terrenos, indicó que en los últimos cinco años el nivel de esta alberca ha descendido en cinco centímetros.
Acá estamos haciendo un trabajo de expansión de la laguna para que su nivel no descienda. El problema surge en los ríos afluentes que están perdiendo su caudal. Éste es un hecho muy grave quelas autoridades deben controlar?, aseveró.
El paseo en el bote ha terminado y el equipo de periodistas ya se quitó los chalecos. Ángel corre ahora por un restaurante cercano, donde unas ?charapitas? nos esperan con agua de coco, cebiche de tilapia y el fortalecedor indanashado (trago elaborado con el indano, fruto selvático).
La tarde está cayendo y es tiempo de retornar a Tarapoto. La laguna ahora muestra sus aguas apacibles y transparentes, con el reflejo brillante del Astro Rey. Quién sabe, pero tal vez en aquellos fondos oscuros vive la famosa sirena de la cual todos hablan. Si lo que cuenta Ángel es cierto; ojalá ningún hombre se encuentre con ella a su paso por este bello lugar de la selva
peruana.
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1 comentarios:
Muy bien Pier. Está buena tu crónica, solo que te faltó escribir de la terramoza que cubre la ruta Chiclayo-Tarapoto.
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